Relación de la ética con la práctica docente
Relación de la ética con la práctica docente
Tenencia moral-virtud
Esta diferencia suele ser punto de discrepancia entre las personas involucradas en educación, pues, hay un porcentaje que afirma que no se puede imponer un mismo comportamiento en lo privado respecto de la actuación pública, so pena de perder libertad y autonomía, otros, por su parte, defienden la igualdad entre lo que se es privada y públicamente.
Al respecto de dicha diferencia debe existir un punto medio, pues
quizás, el mayor antagonismo de esas posiciones tiene que ver con ciertas
licencias que el docente puede darse con su familia o amistades en lo privado y
lo que debe ser en su comportamiento público, entiéndase lo “visual” de su práctica.
El punto medio dependería de la noción de respeto y de
coherencia que se tenga; si media respeto en cualquiera de las esferas
retratadas, los matices de actuación serán congruentes con el contexto en el
cual se esté inmerso. En relación con la conducta propia del docente, el Código
de Ética profesional de los educadores dice en su Capítulo I, Artículo 3 ,
inciso c, lo siguiente: “Evitar conductas dentro y fuera de su lugar de trabajo
que, en forma evidente vayan en menoscabo de su prestigio profesional”
En el campo educativo, el y la docente forman personas; su trabajo es ayudar a su humanización y generar en ellas la búsqueda constante del conocimiento y la realización personal. Así se solicita en el Código de Ética Profesional en su Capítulo I, Artículo 6, inciso e: “Estimular en sus estudiantes una conciencia democrática y social que conlleve un compromiso auténtico, libre consciente, creador y racional, identificado con los intereses de la comunidad nacional, regional o local”
Si bien la profesión no es la vida misma del ser humano, sí es parte integral de éste, y lo que es más importante aún, es que en este periodo de ejercicio profesional se involucra a otros de manera fundamental. Sobre quienes ejercen la labor educativa. Hay algunos cuya forma y manera de ir haciéndose consiste, precisamente, en ayudar a otros a su propia humanización. Se trata innegablemente de una vocación especial, porque por más que todos tengamos un cierto deber de mutua ayuda en la común tarea de hacernos hombres, cuando ese deber se torna profesión, y ésta a su vez es vivida como auténtica vocación, surge en su plenitud la figura humana y humanística a la que damos el nombre de educador.
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